Pecados mortales

Alguien incendió su casa. Su esposo y su pequeño hijo murieron. Es adicta a los somníferos en un intento desesperado por olvidar el dolor de haber perdido a sus seres queridos. Quien provocó el incendió sigue libre y ella muchas veces siente deseo de hacer justicia por mano propia. Hace rato que no ejerce su profesión, sin embargo, Sanna no duda en acudir a una escena del crimen cuando la llaman.

El cuerpo de una niña de catorce años, Mia Askar, es encontrado flotando en la costa de la isla y todos parecen estar de acuerdo en que ha sido un suicidio ya que tenía marcas en las muñecas, como si hubiera intentado quitarse la vida con anterioridad. Pero a Sanna esto le resulta raro, principalmente porque si hubiera sido un caso de suicidio, la niña debería haber llegado allí por su cuenta, pero no había ni bicicleta ni nada que indicara que lo había hecho.

Mientras tanto, Eir, quien ha sido suspendida de su trabajo anterior y la han transferido a la isla, llega para formar parte de la investigación. Una mujer fuerte, pero también insegura y violenta que tiene a cargo a su hermana que tiene un problema con las drogas.

Cuando todos parecen de acuerdo en cerrar el caso, nos encontramos ante uno nuevo. Alguien ha matado a la anciana rica del pueblo y ha dejado una horrible cicatriz en forma de cruz en su cuello. Su marido está desparecido, por lo que todo apunta a que ha sido él quien la ha matado y huido de la escena del crimen. Sin embargo, algo más llama la atención a las detectives, y es que, inspeccionando la casa de la mujer encuentran un cuadro en el que pueden observarse la imagen de siete niños, cada uno con su cara cubierta por una máscara de animal.

Días más tarde, otra mujer aparece muerta con los mismos signos de violencia en el cuerpo. Es claro que un asesino serial se encuentra en la isla, pero ¿a quiénes ataca y por qué?

Una novela negra muy oscura y con capítulos cortos lo que es ideal para leer uno por noche, o más (creeme serán más) porque no podrás soltarlo.