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La cuna del primer libro impreso

Los primeros libros impresos desde la invención de los carácteres móviles hasta el 1500 son conocidos como incunables. Pero ¿cuál fue el primero de todos? ¿A qué se debe su origen?

La cuna del primer libro impreso

¿Alguna vez se han preguntado o sentido curiosidad sobre cómo eran los libros antes de nuestra propia existencia? ¿Cómo se confeccionaban? ¿Cuál fue el primero? Bueno, he de confesar que desde el inicio mi amor por el libro impreso, nunca se me cruzó por la mente averiguar su origen. La información llegó años después, mientras estudiaba Bibliotecología.
Veamos un poquito de historia (como dicen por ahí, el saber no ocupa espacio). Se narra que con el fin de la Edad Media (S. XV), comienza el auge de las letras y del libro acompañado del movimiento intelectual llamado Humanismo. Esta corriente instauró la idea de que las personas debían alcanzar su potencial, conocer su entorno y razonar al respecto mediante el estudio de distintas ramas. Tales como gramática latina, historia, convenciones de la literatura y poesía, y la filosofía moral, entre otros. Es decir, participar activamente en la sociedad para entregarle valor al ser humano, quitando el foco de la religión. Que, hasta entonces, continuaba siendo el centro de todo.
Con la formación de academias y universidades, esta época le pavimentaría el sendero a la imprenta, debido a que se requerirá producir libros de forma rápida y económica. El primer impresor reconocido fue Johannes Gensfleisch Gutenberg (1398-1468). Su primera obra publicada fue la “Biblia de las 42 líneas”, compuesta por dos volúmenes con páginas de cuarenta y dos líneas y dos columnas escritas en letra gótica. A partir de entonces, los primeros libros impresos hasta el 1500 serían conocidos como incunables (del lat. incunabula, cuna). Existen dos tipos de incunables: los incunables xilográficos, hechos de una sola pieza o bloque esculpido por cada página como método de ilustración, a fin de entender el texto y embellecer el libro, y los incunables tipográficos, confeccionado con caracteres móviles de la imprenta cuyas características generales son:

  • Imitación del manuscrito: Utilizaban letra gótica (𝖊𝖏𝖊𝖒𝖕𝖑𝖔), sin espacios ni división de capítulos, con algunas abreviaturas, etc. Las iniciales las dejaban en blanco para ser realizadas con posterioridad. No obstante, se pueden encontrar ejemplares donde no se llegaron a completar. También carecían de portada.
  • Tipografía romana: Con los humanistas italianos se vuelve más legible y fácil de entender. Poco a poco se van abandonando las abreviaturas.
  • Primeras ilustraciones con xilografía.
  • Lengua: En mayor porcentaje estaban en latín (45%), seguida del italiano, alemán, francés, inglés y español.
  • Temática religiosa: Era igual de imponente en el 45% de los casos. Luego se abarcaba temas de literatura (30%), clásica, medieval y contemporánea. Lo demás era entre diversas materias.

Estas primeras impresiones conservaban matices de los manuscritos, manteniendo las iluminaciones con las letras capitulares e ilustraciones con la xilografía. La letra capitular es aquella que aparece al comienzo de una obra, capítulo o párrafo con un formato mayor que las mayúsculas y minúsculas en un texto. Durante la Edad Media fue cuando tuvo una mayor injerencia su utilización dentro de los manuscritos, ornamentando con distintas técnicas de colores, constituyendo en sí mismo una obra de arte. Ocupaba, por lo general, el espacio de dos o tres líneas, e incluso más. Su implementación era para señalar el principio de párrafos, nombres propios o para enfatizar algo. Ejemplo de esto es el Codex Guelferbytanus 99. Fol 40v. S. VIII d.C. Donde la “G” capitular llena más de la mitad de la página, con decoraciones florales y la figura de un ave, que en realidad es una C.

La realidad es que el formato del libro atravesó distintos cambios a lo largo de los siglos, con la finalidad de hacerlo más accesible (económicamente) para consumo masivo. Pero esto trajo consigo una menor calidad y detalle en su confección, como por ejemplo el reemplazo de las tapas duras por la tapa blanda, o el conocido libro de bolsillo. Quitándonos la posibilidad de conocer y disfrutar la textura de un grabado, una imagen u ornamenta dentro o fuera del texto. Personalmente, luego de ver las diversas obras que existieron, incluso hasta el siglo XIX, considero que en algún momento debería volver a instaurarse. Es un arte que es necesario reivindicar. Pero mientras esperamos a que eso suceda, podemos acceder a nuestras – tan necesarias y a veces desvalorizadas- bibliotecas, para deleitarnos con los ejemplares preexistentes.

En Argentina hay 29 incunables en la Biblioteca Mayor de la Universidad Nacional de Córdoba y 21 en la Biblioteca Nacional. En Europa existen alrededor de 10 000 títulos distribuidos en diversas bibliotecas adquiridas de forma particular, ya sea mediante compra, permuta o donaciones.

Alguna de las Unidades de Información que pueden visitar de forma virtual –aparte de las ya mencionadas-, y conocer su acervo de incunables, son:

Cami Ojeda Alvarado

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